La agricultura se encuentra en una posición comprometida. Por un lado nos enfrentamos a una reforma de la Política Agraria Común (PAC) que, a mi entender, es un ataque frontal hacia la agricultura familiar de nuestro país. Y por otro, vemos como la Unión Europea firma un acuerdo con Marruecos en unos términos que son realmente dañinos para algunos de nuestros sectores agrarios más importantes, como la citricultura o la horticultura mediterránea.
El Parlamento Europeo, exceptuando los representantes políticos de España, unánimemente ha votado a favor de este acuerdo, lo que demuestra la ignorancia en materia de agricultura de los dirigentes europeos, que parecen desconocer por completo las repercusiones tanto económicas como sociales que acarreará este acuerdo para nuestra agricultura y para los agricultores y agricultoras que viven en los pueblos que salpican nuestro territorio, pueblos que sin agricultura serían abandonados sin remedio.
Europa impone a sus agricultores unas condiciones de producción que garantizan la sostenibilidad del medio ambiente y limita el uso de productos fitosanitarios para proteger a sus ciudadanos. Estas condiciones son cumplidas a rajatabla por todos los agricultores y por eso estamos en disposición de ofrecer unos productos de alta calidad y con total garantía de salubridad. Pero esto tiene un precio, un coste que soporta el agricultor y que incrementa por tanto los costes de producción.
Además, en Europa estamos sujetos una normativa en materia laboral que garantiza los derechos de los trabajadores con unas condiciones de trabajo dignas. Sin embargo, están firmando un acuerdo con un país sin tener en cuenta un mínimo de reciprocidad ni en materia sanitaria ni en materia social, lo que hace imposible competir en igualdad de condiciones con ellos.
Este acuerdo no es nuevo, es la renovación de uno anterior, sólo que con un aumento de los cupos de exportaciones, cupos que no se cumplieron y que fueron ampliamente superados aumentando el daño causado, ya que esta importación descontrolada provoca una bajada significativa de los precios para el productor. Ante este grave problema aduanero, la respuesta europea es nula, aludiendo que el control aduanero es competencia de cada Estado. Nosotros podríamos vigilar nuestras aduanas pero no la de otros países de la UE, entonces… ¿cómo controlamos el cumplimiento de los cupos? ¿Quién controla el acceso de nuevas plagas en Europa? Las fronteras europeas se convertirán de este modo en un coladero.
Por supuesto a esta problemática no es ajena la juventud que vive en el medio rural y que quiere hacer de la agricultura y de la ganadería su medio de vida. Acuerdos como el de Marruecos o la reforma de la PAC dificultan gravemente la viabilidad de nuestras explotaciones y comprometen nuestro medio de vida y la posibilidad de seguir viviendo en nuestros pueblos.
Pero los jóvenes no sólo nos tenemos que enfrentar a las dificultades derivadas de la problemática por la que atraviesa el sector agrario, también nos enfrentamos a otros que son intrínsecos de los pueblos, como los servicios sociales -como el educativo o sanitario-, el acceso a las nuevas tecnologías, al ocio o a la cultura que con la crisis se ven agravados relegándonos prácticamente a ciudadanos de segunda.
Los recortes efectuados por la administración agravan nuestra situación. No es lo mismo recortar un médico en una gran ciudad que en un pueblo, porque la diferencia puede ser dejar a un pueblo sin servicio sanitario. Y este ejemplo lo podemos extrapolar a cualquier otro servicio, como los educativos o transporte. Considero que son inaceptables, en los términos en los que se plantean los recortes sin criterio que está llevando a cabo la administración ya que deterioran la calidad de vida de todos los ciudadanos, pero que afectan de un modo mayor a los que vivimos en el medio rural y que teletransportan directamente al tercer mundo a algunos pequeños municipios de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario